martes, 9 de noviembre de 2010

El origen de todo lo bueno

" Eddie vio grandes cosas y accidentes que nunca llegaron a ocurrir. Albert Einstein de niño y a punto de ser arrollado por el camión del lechero cuando cruzaba la calle. Un adolescente llamado Albert Schweitzer saliendo de la bañera y a punto de pisar una pastilla de jabón que descansaba junto al tapón quitado. Un Oberleutnant nazi quemando un trozo de papel donde estaban escritos la fecha y el lugar de la invasión del día D escritos en aquel. Vio morir a un hombre, que tenía la intención de envenenar el suministro de agua de Denver, de un ataque al corazón en un área de descanso de la interestatal I-80, en Iowa, con una bolsa de patatas fritas de McDonald's en el regazo. Vio a un terrorista envuelto en explosivos saliendo de repente de un restaurante abarrotado en una ciudad que podría haber sido Jerusalén. Lo que había paralizado al terrorista había sido el cielo y la idea de que amparaba a justos y pecadores por igual. Vio cómo cuatro hombres rescataban a un niño pequeño de un monstruo cuya cabeza parecía consistir por entero en un ojo.

Sin embargo, lo más importante de todo aquello era el inmenso y creciente peso de las cosas pequeñas, desde aviones que no se habían estrellado, a hombres y mujeres que habían llegado al lugar correcto en el momento idóneo y habían fundado generaciones. Vio besos correspondidos en portales, carteras devueltas y hombres que habían llegado a una bifurcación y habían escogido el camino correcto. Vio un millar de encuentros al azar que no eran azarosos, diez mil decisiones correctas, cien mil respuestas acertadas, un millón de actos de amabilidad no reconocidos. Vio a los ancianos de Paso del Río y a Roland arrodillándose en la tierra para la bendición de Tía Talitha; volvió a oír cómo se la ofrecía de buen grado. La oyó decirle que depositara la cruz que le había dado al pie de la Torre Oscura y que pronunciara el nombre de Talitha Unwin en el confín más remoto de la tierra. Vio la Torre en los pliegues abrasadores de la rosa y por un segundo comprendió su propósito: cómo distribuía las líneas de fuerza a todos los mundos existentes y los sujetaba con firmeza a la gran hélice del tiempo. Por cada cascote que aterrizaba en el suelo en vez de sobre la cabeza de un niño pequeño, por cada tornado que sorteaba el parque de caravanas, por cada misil que no despegaba, por cada mano alzada contra la violencia, allí estaba la Torre.

Y la tranquila y cantarina voz de la rosa. La canción que prometía que todo iría bien, todo iría bien, que todo tipo de cosas podrían ir bien.

—Hay dos centros de existencia —oyó decir a Roland—. ¡Dos! —Igual que Jake,
podría haberse encontrado a miles de kilómetros de allí—. La Torre... y la rosa.
Aunque son lo mismo. "

fragmento de Lobos del Calla, Stephen King, La torre oscura 5

da que pensar, no...todo lo bueno del mundo podria provenir de una roza que crece en un solar semidestruido en el centro de una urbe....o de Dios.... o que importa!
el bien existe...y cada uno de nosotros tenemos la libertad de elegir...

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